Cómo hemos cambiado ¿Cómo eran los picnics en los veranos del 73?
Pasen los años que pasen, un picnic nunca pierde su encanto. El picnic tradicional ha evolucionado con el paso del tiempo, sigue siendo un momento de relax para compartir con nuestros seres queridos. ¿Te has parado a pensar alguna vez cómo eran los picnics de antaño?
Cómo ha cambiado el picnic desde el 73 hasta ahora
Viajamos en el tiempo a los años 70, aquella época en la que las escapadas domingueras eran uno de esos planes que no podían faltar en las familias españolas, con sus días al sol, donde el picnic se disfrutaba con sus manteles de cuadros blancos y rojos en las playas, los parques o los más afortunados, aquellos que ya tenían coche, aprovechaban para huir de la ciudad y disfrutar de un día en la naturaleza.
Era muy común que padres e hijos, tíos, abuelos y primos quedaran en salir desde el mismo lugar y comenzaran su ruta hacia un destino aún desconocido. Partían sin rumbo carretera adelante, con sus coches cargados de bártulos y la comida que habían preparado el día de antes, o ese día bien tempranito, y procuraban no perder el ritmo que seguía el coche que había tomado la delantera, que normalmente era el que decidía el destino. Cuando desde la carretera intuían un lugar con buenos árboles que les dieran cobijo, se adentraban por los caminitos sin asfaltar y comenzaba la búsqueda de ese rinconcito ideal en el que disfrutar del día en familia.
Las cestas de mimbre iban cargadas de ensaladillas rusas, croquetas, exquisitas tortillas de patatas y filetes empanados que hacían la delicia de los más pequeños. Los vasos y platos que llevaban eran los de casa, por lo que los malabares para que no se rompieran estaban asegurados.
Los niños jugaban sin descanso cerca del río, mientras los mayores disfrutaban de sus tertulias alrededor del mantel o de las sillas de plástico hasta que llegaba la hora de echarse la siesta bajo los árboles, oyendo tan sólo el sonido de los pájaros y la naturaleza, siempre que hubieran conseguido que los más pequeños obedecieran al descanso, y no tuvieran cerca a algún otro dominguero con la radio a tope.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero seguimos disfrutando del placer de coger nuestro coche y elegir destino, a veces conocido, a veces un nuevo lugar por descubrir, donde compartir con nuestra pareja, nuestros amigos o nuestra familia. El campo, la playa, los parques… o cualquier nuevo rincón que descubramos por el camino, lo importante, al fin y al cabo, sigue siendo la compañía.
Aunque hay algunas cosas que nos han facilitado la vida, como las mesas y sillas plegables, las toallas que nos previenen de la humedad del ambiente, esas cómodas bolsas térmicas que mantienen en su punto las bebidas frías o las resistentes mochilas donde transportar todo lo que necesitemos para pasar nuestro día al aire libre. Aunque los románticos aún seguimos utilizando nuestras cestas de mimbre y manteles de cuadros.
Los vehículos son mucho más cómodos, tienen su aire acondicionado que nos evitan el calor insoportable de antaño y son mucho más espaciosos. La música siempre nos acompaña, a través de los años, pero ya no la escuchamos en esa radio a pilas que llevábamos a cualquier lugar, si no que viene integrada en nuestro coche donde tenemos programadas nuestras emisoras favoritas o a través de nuestras listas de Spotify.
La comida sigue siendo un ritual antes de salir de viaje, hay mucha más variedad y tenemos al alcance productos que ya vienen listos para llevar, aunque las tortillas sigan siendo el número uno a la hora de disfrutar de nuestro picnic al aire libre.
Lo cierto es, que pase el tiempo que pase, los días de picnic siempre serán uno de nuestros recuerdos favoritos.